Esa compañía es interesante. Para 1979 -es decir antes de El péndulo- Levrero ya aparecía vinculado a cierta ciencia ficción digamos "experimental" o "diferente" (al menos en relación al molde clásico, ausente en varios sentidos de esta Máscaras, al menos desde los autores convocados, que serían todos, a su manera, representantes del estallido de la ciencia ficción posterior a la década de 1950), y particularmente con este cuento, "Aguas salobres", que fácilmente pude ser leído como una ficción de universos paralelos. O quizá como un relato postapocalíptico, por cierto. Hay una de esas extrañas comunidades levrerianas (como la de "Capítulo XXX"), con su complejo interrelacionamiento, hay una suerte de invasión (el feto que aparece ya en el primer párrafo) como disparador del relato y hay, entre otras cosas, una tensa atención a lo sexual.
También hay detalles especialmente llamativos. Se habla, por ejemplo, del "Cristo Atlante" (p. 44 de la reedición de HUM), lo que funciona tanto a nivel postapocalíptico, porque todo esto sucede después de la ruina de la civilización atlante, como a nivel mundos paralelos, porque en este universo la Atlántida realmente existió y abarcó alguna forma de cristianismo.
Esto último es rastreable hasta cierto pensamiento esotérico al estilo de Los grandes iniciados, de Édouard Schuré (1889), donde las figuras centrales del cristianismo, el hinduísmo y otras religiones son incorporadas a una única tradición que, a su vez, configura una historia "no oficial" del mundo (Atlántida incluída, claro está). Este "cristo atlante" es también un "Cristo Pez" (p. 52), y acá Levrero sin duda remite al mito de los akpallus, criaturas híbridas de hombre y pez que civilizan a los primitivos habitantes de la Mesopotamia. Este mito aparece comentado en El retorno de los brujos (Le Matin des magiciens, Louis Pauwels y Jacques Bergier, 1960), un libro extremadamente influyente en su momento, y puede rastrearse a los escritos de Beroso el Caldeo, sacerdote e historiador del siglo III aEC. El historiador Flavio Josefo, entonces, cita a Beroso en relación a su conocimiento de los Adapa, o primeros sabios de la humanidad, entre los que figura Oannes, un hombre-pez y algo así como el primero de los akpallus. Acá comparece también el mito semítico de Dagon, una deidad de la fertilidad representado como mitad pez y mitad hombre, algo así como un tritón, e inspirador también de tantas criaturas de H.P.Lovecraft, desde la homónima del cuento "Dagon" (1917) hasta los "deep ones" de "La sombra sobre Innsmouth" (1931).
Una lectura posible, entonces, propondría que Levrero toma ciertos elementos de la tradición esotérica, especulativa y de la historia de las religiones para trabajarlos narrativamente con recursos vinculables a la ciencia ficción o la fantasía, al menos en tanto construcción difusa y enigmática de un mundo ficcional.
En cuanto a ese mundo, hacia el final el feto se convierte en el líder demente de una revuelta e instaura un "imperio":
La construcción del imperio fue desordenada. El feto parecía saber lo que quería, pero tal vez no lograba aún controlar bien las cosas o, tal vez, al mismo tiempo quería divertirse. Lo cierto es que todo empezó con las tropelías. Al frente iba él, agarrado a las crines de Tulio, chillando y gritando; casi a su lado Desdémona, sobre un caballo parecido, con pantalones de montar que se fabricó ella misma y con los pechos desnudos saltando pesadamente junto con el crucifijo. Después el Capitán, armado hasta los dientes, y su oscura mujer, y Leonor, que parecía nacida sobre un caballo (...) Sembraban el terror. (p.53)El narrador, sin embargo, se distancia de estas "tropelías":
Yo, contrariamente a lo que podía suponerse, abandoné mis pretensiones de alejarme y me instalé con mi mujer otra vez en la costa. Nuestro lugar, en sí mismo, no había cambiado mucho.El imperio del feto eventualmente choca con un "Gobierno" (p.55), que fracasa en su intento de imponérsele, y así el feto "brilló como nunca y hasta alcanzó el heroísmo" (p.55) en la batalla. Curiosamente, el final del personaje obedece a una suerte de lógica temporal inversa (al estilo del Ballard de "Mr.F is Mr.F") en virtud de la cual el feto logra "nacer":
Me dediqué a observar el proceso sin intervenir, y como por deporte (...) yo seguía buscando la Atlántida en los charcos que todavía quedaban y buceando en la laguna. Una vez creí ver algo en el fondo, pero me di cuenta de que estaba a punto de ahogarme (pp 53-54)
De pronto se hizo un silencio total, una pausa que fue rota de inmediato por un llanto de bebé. Era un bebé gordito y rosado, rozagante y hermoso (...) Era el fin de ese tiempo tan apretado de cosas y lleno de tanto sufrimiento: el feto había nacido. (p.55)Finalmente el tema atlante (recordemos: el cristo, la búsqueda de la ciudad sumergida) queda absorbido por la narrativa. Los proyectos arquitectónicos del feto quedan reducidos a "unas ruinas musgosas y grises, de aspecto milenario a la luz de la luna, de aspecto atlante, verdoso y mágico a la luz de la luna" (p.56). La repetición obra, evidentemente, como un pequeño encantamiento. Magia, esoterismo, fantasía parecen fundirse en este final deslumbrante.
Por cierto, "Ese tiempo tan apretado de cosas" es una buena descripción del cuento, en tanto la narración es vertiginosa desde el primer párrafo y densísima en imágenes, casi como si Levrero se hubiese propuesto que cada párrafo equivaliera a un cuento en sí mismo. En ese sentido (y también como rastreo de influencias posibles y de maneras en que trabajó Levrero las tradiciones esotéricas, fantásticas, etc) es una pieza fundamental de la obra levreriana, y definitivamente uno de sus mejores relatos.